martes, diciembre 01, 2009

RECUERDOS

Mi perra se duerme en mis piernas.

Mis sobrinos se toman de mis manos ni bien pisamos la vereda.

Un rayo de sol pega en la mesa en la que estoy desayunando.

Los ojos de mi papá se llenan de lágrimas porque me vió bailar un tango.

Camino por la calle y me distrae el aroma de las flores de un árbol.

Me pongo ese vestido y "qué linda estás!".

Mamá me abraza fuerte hasta que se escabulle de mis cosquillas.

Suena el teléfono y es él,"ay qué gustito pa mis orejas!".

Me acuesto en el pasto, y parece un colchón, el cielo está celeste
y la palmera que agita el viento, suena como agua.

Estoy hablando y me interrumpe con un beso.

Pongo el disco de Moreno Veloso, y mi perra se acuesta en su camita.

Llueve y esta vez salgo a chapotear porque me compraron las botas para lluvia!.

Libertad, es eso que se respira en la terraza del barco esperando que zarpe.

Olor a empanadas souflé, es la empanada de jamón y queso que me hacía mi mamá.

Playa, mar sereno, sol poniéndose, guitarras, cigarrillos.

Pedro Aznar en el Festival Música de Provincias, se me llena el pecho.

Lago, noche, licor, amigos nuevos, estrella fugaz, y otra! y otra!.

Hago pan casero, café con leche, suena León Gieco y "buen día mi amor...".

Lijo las paredes de mi nuevo hogar, mientras Drexler me canta:
"Ya está en el aire girando mi moneda, y que sea lo que sea...".

"María la paz, la paz, la paz, tres pasos atrás, atrás atrás...".

Un piano desafinado que nadie toca, una ventana de un piso 18 y una tabla con pan y queso.

Vivo con 4 músicos, 4 hermanos y todos cuelgan su ropa interior en el baño! ¡ja!.

Fiesta de fin de año en familia, mucha familia y suena el celular, "feliz año nuevo, amor".

"Hola negra, que estás haciendo? voy pa tu casa con una birra" = amistad.

sábado, abril 04, 2009

EL MATE - Por Lalo Mir


El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.
El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.
Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es "hola" y la segunda "¿unos mates?". Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.
Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?". El otro responde: "Como tomes vos".
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera. Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solo. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar esos! mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el mate.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!".
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente, "¿está caliente, no?". Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir "gracias", al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.