La visión de la ciencia
El poder terapéutico del abrazo y el contacto está siendo objeto
de estudio de prestigiosas universidades en los últimos tiempos.
Como si de verdad empezáramos a estar de vuelta de la ciencia
disociada de los valores esenciales, de la tecnología distante
y la medicación a gran escala, ciencia y consciencia,
materia y espíritu comienzan a darse la mano.
Para que este proceso continúe, para que sus beneficios
revolucionen nuestra cultura debemos estar informados
y actuar en consecuencia.
El “Instituto de Investigación sobre el contacto”
de la Escuela Universitaria de Medicina de Miami ha llevado a cabo
más de 100 estudios sobre los efectos del contacto
en la recuperación de la salud. Las cifras de los estudios alientan
a considerar el abrazo, las caricias y el contacto
como una medicina imperial. Las cifras hablan de un mejor
y más rápido crecimiento en bebés prematuros,
aumento de la analgesia en pacientes con dolor,
mejoría de los niveles de glucosa en niños con diabetes,
mejoría del sistema inmune en pacientes con cáncer,
entre otros efectos constatados.
Dime como abrazas…
Hay infinidad de formas de abrazar que podríamos agrupar
en tres categorías básicas:
Abrazo físico – Sería aquel en que la consciencia, el énfasis,
está en el cuerpo. Suelen ser cortos, fuertes y muchas veces
son fríos ya que no se ponen en juego partes más profundas del ser.
La respiración es superficial.
Abrazo emocional – Es como su nombre indica altamente emotivo,
puede estar cargado de una serie de emociones
que nos causan dolor como tristeza, angustia de separación
o incluso de miedo. Con frecuencia comienza con dificultades
para respirar y sollozos, que suelen desembocar
en un liberador llanto hondo. En otros casos es el abrazo con el que
compartimos una alegría, una buena noticia;
suele ser dinámico y más corto que el anterior.
Abrazo del alma – El alma tiene dos cordones por los que está conectada
siempre a la triple personalidad, el hilo de vida que se ancla en el corazón
(4º centro) y el hilo de consciencia que se ancla en el séptimo centro (cabeza).
Ambos se emplean durante el abrazo que involucra
la consciencia meditativa o superior.
Abrazar desde el alma no es una técnica es un modo de ser y de vivir,
sin embargo hay –como en las prácticas meditativas–
ciertas pautas que pueden ayudarnos a enfocar la consciencia
y la energía. Lo fundamental insistimos, es la intención,
y la mejor intención es siempre la más pura,
la más amorosa y la más desapegada, con la intención correcta basta.
Con o sin visualización, con o sin conocimiento de que centros
están implicados (y cómo y porqué), lo esencial es que una vez
que estemos centrados, que nuestra respiración es profunda y pausada,
(y que está centrada en el corazón) estamos prontos para abrazar.
Es muy bueno procurar un buen acoplamiento
en el momento del encuentro que nos permita tener el peso del cuerpo
bien repartido entre las dos piernas de tal forma que nuestra consciencia
no esté en sostener el equilibrio, sino en fluir, dar,
celebrar el instante único. Cerramos los ojos y con máxima reverencia
acogemos al otro como si le recibiéramos en nuestro templo,
ingresando a la vez en su templo. Abrazamos con la fuerza justa,
como si sostuviéramos en la mano a un pájaro,
ni tan flojo que se nos vuele, ni tan apretado que se lastime.
Somos conscientes de que el Padre está en nosotros y su fuerza,
el masculino en nosotros, se emite a través de la mano derecha.
Somos igualmente conscientes de la Madre en nosotros,
de que su ternura, su aceptación,
se trasmite a través de la mano izquierda.
Somos conscientes de la energía que recibimos a través de la respiración,
sentimos su gratuidad, sentimos que es un regalo que ha estado allí
siempre para nosotros y descubrimos que podemos vivirla
y enriquecerla con nuestro colorido de una forma única en cada abrazo.
“No es posible bañarse dos veces en el mismo río” dice el aforismo,
tampoco es posible volver a vivir el mismo abrazo.
En la quietud de sentir nuestra respiración y con devoción
por la vida del otro simplemente dejamos el amor fluir.
Sentimos que completamos al otro, que somos justo
lo que en ese momento necesita, sentimos que el otro nos completa,
por lo que nos da, por lo que nos permite dar, por ser el que es.
Permanecemos en ese sentir y gradualmente los dos campos de energía
se armonizan hasta que, en algunas ocasiones,
ya no hay dos que respiran sino una única respiración
que acontece entre ambos.
Ya no hay dos campos de energía sino una sola nube de paz,
ya no hay tiempo, ni sonidos, sino una profunda quietud que baña
cada una de nuestras células con la vibración del alma.
(fragmentos de Isabella Di Carlo Psicóloga Transpersonal y Escritora).
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